Marcela
Montes de Oca

Cuando comencé a pensar en mi vestido, sinceramente no tenía muy claro qué quería. Miraba ideas, guardaba fotos, pero nada terminaba de representarme. Sentía que ninguna opción era yo. Ahí apareció ella, con una paciencia, una creatividad y una calidez que se notan desde el primer momento, y empezó a acompañarme en este proceso tan especial. Desde la primera charla, me hizo sentir tranquila. Me escuchó de verdad, entendió mis dudas, mis cambios de idea y hasta mis caprichos de último momento. Donde yo veía un problema o una indecisión, ella veía una oportunidad. Siempre encontraba la forma de darle una vuelta, de aportar una idea distinta, de imaginar algo nuevo. Y lo más increíble es que después lo hacía realidad con sus manos, con su arte, con su toque único. Transformó un pedazo de tela en algo que no solo superó lo que había imaginado, sino que también contó mi historia. Cada detalle tenía sentido, cada puntada hablaba de mí, de cómo quería sentirme ese día. Y lo hizo en muy poco tiempo, adaptándose a mis horarios, a mis tiempos y a mis imprevistos, sin perder nunca la sonrisa ni la dedicación. El resultado fue un vestido que no solo me hizo sentir hermosa, sino completamente cómoda, libre, y feliz. Pude disfrutar cada momento sin preocuparme por nada, y eso, para una novia, vale oro. Gracias infinitas por haber sido parte de uno de los días más lindos y significativos de mi vida.  Gracias por tu talento, por tu entrega, por tu mirada tan especial, y por convertir un sueño que no sabía cómo explicar en una realidad perfecta. No solo hiciste mi vestido… también fuiste parte de mi historia y de un recuerdo que me va a acompañar siempre.

Sin duda sos una increíble confeccionista,  se nota muchísimo que amas hacer todas  ésas piezas únicas, yo hasta el día de hoy  estoy fascinada con mi vestido de 15 y sé  que voy a estar igual o hasta más,  enamorada con mi vestido de novia.

Como te conté Marcela cuando nos conocimos en la primer cita para mi tener un vestido propio único y a medida era una cuestión de sanación generacional. Mi madre, abuela y bisabuela se casaron con lo que se pudo, muy jóvenes y de vestido prestado. Ninguna tuvo esa experiencia de tener su casamiento a medida. Y yo quería romper esa racha siendo la primera en poder vivir esa experiencia. Nunca quise un vestido blanco, como artista siempre me encantó el color y como me encanta la historia y la moda siempre tuve claro que una novia no tiene porque ir de blanco, sino con "su mejor vestido". Así que el color de mi vestido es el celeste (mi favorito) y la forma y diseño se inspiran en vestidos de la época entre 1910-1930 londa titanic!) cuando todas las mujeres usaban vestidos súper únicos y hechos a medida para ellas. Me quería sentir cómoda y más femenina que nunca, y eso tú lo lograste muy bien!! Gracias por todo Marcela